UNCA

23/06/2014

El duro desafío de consolidar la paz mundial más y las pugnas entre las grandes potencias

Rogelio Pfirter fue Secretario General de la Organización para la Prohibición de las Armas Químicas (OPAQ), con sede en la Haya, la misma que ganó el Nobel de la Paz en 2013 por su lucha en contra de esta temible amenaza. Tras disertar en la UNCA (junto al ex representante argentino ante Rusia Juan Carlos Sánchez Arnau y el Secretario Académico de la universidad Raúl Caro)  sobre los aportes de la ONU a la paz mundial, se refirió en detalle a las posibilidades reales de acción de este organismo internacional ante conflictos en los que están implicadas las grandes potencias. 


¿Puede la Organización de las Naciones Unidas garantizar procesos de paz si las grandes potencias están  involucradas en el conflicto? A ésta cuestión respondió vía email Rogelio Pfirter, un compatriota que presidió la OPAQ por dos períodos consecutivos entre 2002 y 2010 y fue embajador ante el Reino Unido a mediados de los 90. La transcripción literal de su respuesta, que sigue a estas líneas,  basta para lograr un artículo por demás interesante y revelador.  

 UNCA: ¿La influencia que tiene la ONU para lograr la paz en un conflicto armado decae en la medida que aumentan el poder económico y militar de los contendientes?

 PFIRTER: Es  innegable que la capacidad económica y militar de los países involucrados en los conflictos internacionales influye sobre las posibilidades de ONU de promover y consolidar la paz.

Esa realidad es sobre todo evidente cuando grandes intereses globales o regionales están en juego y repercute directamente sobre la operatividad del Consejo de Seguridad  (que es el órgano de ONU responsable del mantenimiento de la paz y seguridad internacionales). Allí, los cinco países vencedores de la Segunda Guerra Mundial (EE:UU., Rusia –por la ex URSS-, Inglaterra, Francia más China) son miembros permanentes y tienen el derecho a veto.

Durante la Guerra Fría, el Consejo estuvo prácticamente paralizado por el enfrentamiento Este-Oeste y por el uso del veto (215 proyectos de resolución vinculados con los grandes conflictos de la época fueron frustrados mediante ese mecanismo).

A partir de 1990, concluida la Guerra Fría, el Consejo finalmente pudo alcanzar la unidad de propósito y acción prevista en la Carta de ONU. Esta evolución desalentó el uso del veto y favoreció importantes decisiones consensuadas en torno a conflictos regionales, cuestiones humanitarias, la lucha contra el terrorismo internacional y la proliferación de armas nucleares, químicas y biológicas.  

Existe el riesgo de que los actuales desencuentros entre EEUU y Rusia en torno a Ucrania abran un nuevo período de enfrentamiento e inoperancia en el Consejo. De hecho, debido al uso del veto, el Consejo no ha podido expedirse ni sobre la situación en aquel país ni sobre los aspectos de fondo del conflicto en Siria. No obstante, se mantiene aparentemente el consenso sobre la no proliferación de armas de destrucción en masa, por lo que en principio el Consejo conserva una capacidad operativa respecto a los programas nucleares de Irán y Corea del Norte y al desarme químico de Siria. Es de imaginar que lo mismo ocurre con respecto a las operaciones de mantenimiento de la paz que lleva cabo la ONU en África, Chipre y otras regiones.