UNCA

02/09/2016

La sinuosa historia de la Declaración de la Autonomía de Catamarca

Cuando en 1820 cae el Directorio Supremo y se disuelve el Congreso que sesionaba en Buenos Aires, las provincias quedaron en libertad de acción, afianzándose el federalismo, encarnado en los caudillos del interior. 


Con el propósito de aumentar su gravitación en ese panorama, el Jefe del Ejército Auxiliar del Norte, Juan Bautista Bustos, invita a las provincias a reunirse en Córdoba en Congreso General Constituyente. Por otra parte, en el Tratado del Pilar, se establecía como sistema de gobierno la Federación, y se convocaba a un Congreso Nacional que debía reunirse en el Convento de San Lorenzo (Santa Fe).

La invitación de Bustos llegó a Tucumán antes que la del Tratado del Pilar. También con la idea de asegurar su influencia, el entonces gobernador de Tucumán, Bernabé Aráoz, se apresura a invitar a Catamarca y Santiago del Estero para que envíen representantes a un Congreso que se realizaría en Tucumán, antes de que se reuniera el Congreso General, a fin de tratar la cuestión del gobierno que debía regir a la provincia interinamente.

Por ese tiempo, los federales de Catamarca comienzan a hostigar al entonces teniente de gobernador Nicolás de Avellaneda y Tula, que es derrocado a mediados de 1820. El Cabildo designó entonces en ese cargo a José Pío Cisneros, quien escribe a Bustos solicitando consejos sobre qué hacer con la invitación de Aráoz, dejando ver una secreta aspiración a desligarse de Tucumán. Por su parte, y como su invitación tardaba en ser contestada por Catamarca y Santiago del Estero (provincias en donde iba tomando cuerpo la idea de la autonomía), Aráoz da un enérgico manifiesto presionando a estas dos provincias a obedecer o “…podrá bien haceros sentir la superioridad de sus fuerzas hasta traeros al conocimiento de vuestros deberes. Ante tal amenaza, Catamarca, sin mayores fuerzas para sostener sus aspiraciones, se somete temporariamente, y envía como diputados a José Antonio Olmos de Aguilera y al presbítero Pedro Ignacio Acuña.

Cuatro días antes, Cisneros le informa a Bustos sobre la invitación recibida para un Congreso en Tucumán y confiesa que no sabe si Catamarca debe concurrir a la asamblea tucumana o a San Lorenzo, entendiendo su incompatibilidad. Como se ve, Cisneros buscaba el apoyo de Bustos para llevar adelante la Autonomía de Catamarca, pero el caudillo responde con una larga carta, bastante evasiva, aunque con un concepto claro de lo que es federalismo en la que declaraba que Catamarca podía enviar representantes a ambos lugares. La anarquía iba extendiéndose por todas partes, Cisneros fue derrocado por un movimiento revolucionario que encabezaba el coronel Cáceres, quien asume el gobierno. Aráoz designa teniente gobernador de Catamarca al coronel Feliciano de la Mota Botello, quien sólo seis meses más tarde sería desplazado por Juan José de La Madrid. Para someter a Aráoz, el general Güemes invade Tucumán y Catamarca, donde se depone a La Madrid, y desliga a Catamarca de la subordinación a Tucumán y se designa un Triunvirato para que se encargue del gobierno de Catamarca. La reacción del presidente de la República del Tucumán, ante todos esos sucesos, fue enviar una división a Catamarca, y ordenar al Cabildo catamarqueño que reconozca a Nicolás de Avellaneda y Tula como teniente de gobernador, en nombre de la República de Tucumán.

Pero el problema se evidencia el 24 de agosto de 1821 cuando se deben conferir poderes al diputado electo para representar a Catamarca en el Congreso de Córdoba. Surge el conflicto referido a si era compatible que Catamarca tuviese representantes en la República del Tucumán y en el Congreso que se convocaba en Córdoba. Es la voz de Eusebio Gregorio Ruzo la que se escucha y entonces se decide discutir el tema de la dependencia de Catamarca al gobierno de Tucumán. Se convoca un cabildo abierto para las tres de la tarde del día siguiente, 25 de agosto. Se reúnen 54 vecinos y declaran que el Pueblo de Catamarca era tan libre como todos los demás y que podía, lo mismo que cada uno de ellos, usar de sus regalías y derechos y que, en ejercicios de estas atribuciones, disolvía la unión y dependencia que por medio de sus diputados había contraído con la República del Tucumán. Se había declarado la Autonomía de Catamarca.

En la misma sesión, y para evitar mayores conflictos, se ratificó en el Gobierno a Nicolás de Avellaneda y Tula, hasta ese momento teniente de gobernador, a quien se le recomendaba velar por el orden y la seguridad del territorio. Pocos meses después, el primer gobernador de la historia de Catamarca fue derrocado… pero esa es otra historia.